Como ganarse a uno mismo? / Juan Pablo Varsky

Julio 1, 2014
Publicado en Aprendizaje, Autosuperación, General, Tendencia

varsky

Por Pablo Corso para Revista Brando

Lunes 23 de diciembre de 2013. Los ánimos se relajan y evaden la censura. Son las ocho de la mañana en el estudio de la calle Freire y @JPVarsky le muestra un mensaje de exactos e impublicables 140 caracteres a@daniarcucci , columnista en No somos nadie. Es una mecha encendida, una bomba que hace tic tac. El colega-maratonista lee, ríe y pincha:

A que no te animás.

A que sí.

A que no.

Sin pensarlo de nuevo, JPV pulsa el rectángulo azul. El tuit viaja a 650.000 pantallas. Dice así: «Runners. Secta. No necesitan la habilidad que demanda un deporte. Escudados en la superación personal, esconden el MIEDO de perder contra otro».

Boom.

El universo runner se alza en repudio mancomunado: «Irrespetuoso». «Tenés un trauma personal». «¿Cómo te decís periodista deportivo?».

Tres meses, 444 retuits y 331 favs después, Juan Pablo desanda el camino del rapto sincericida y comparte sus motivos en el bar de la calle Freire, un anexo relajado de la Metro.

JPV: Me venía preguntando por qué hay tantos runners. ¿Quién te explica el fenómeno? ¿El tipo que viaja a la maratón de Berlín para bajar las tres horas y media? ¿O el que piensa «tengo 35 años y nunca hice deporte, no voy a jugar al tenis para errarle a la pelotita»?

Al día siguiente del tuit de la polémica, Varsky salió a correr. Nueve kilómetros en 51 minutos desde su casa de Colegiales hasta el Hipódromo de Palermo. Porque -aclarémoslo rápido- Varsky corre.

JPV: Es un entrenamiento aplicado al fútbol y al tenis. En Twitter se tomó mal algo bueno: para un tipo que nunca practicó deportes, no tener que ganar o perder, no tener que ser hábil, es una bendición.

Brando: Pero hay algo del fenómeno que te cansa o te molesta.

JPV: No, no. Si estoy acá, corro los 10K de Nike. Me gusta, me divierte. Compito.

Brando:¿Es una cuestión de running como medio o running como fin?

JPV: Ahí está. Para mí es un medio. Entreno porque en el fútbol hay que correr y en el tenis necesitás una base para aguantar.

Brando: Muchos runners también dicen «me voy a entrenar».

JPV: Eso de competir con uno mismo… ¡yo también compito contra mí mismo! Si mi equipo gana pero yo juego horrible, mañana voy a querer jugar mejor. Si juego contra un tipo que me gana 6-4, 6-4 y mañana pierdo 7-6 en el tercero, igual perdí. No me voy a autocomplacer. Tuve miedo. El deporte te pide todo el tiempo que tomes decisiones en microsegundos. El fenómeno del running se explica, sobre todo, porque hay gente que no quiere tener ese dilema.

Brando: No te cierra el discurso de la «superación personal».

JPV: Los que hacemos deporte buscamos la superación personal. Pero el marketing del running es «sos tu rival más difícil». ¡Andá a la concha de tu hermana! Si juego contra uno que me tira 700 drops, ¿qué rival soy yo? ¡Es él!

Brando:¿Correr es aburrido?

JPV: Es una actividad mecánica donde la cabeza solo funciona en el plano de la resistencia, sin riesgo ni creatividad. Por otro lado, debe ser muy fuerte para un tipo de 30 años que todos jueguen al fútbol menos él. Con el running corrés a tu medida y vas mejorando. Ahora, si a los 35 años no hacías nada y ahora que tenés 40 te creés que sos Mo Farah (el británico ganador de los 5.000 y 10.000 metros en Londres 2012)… vení que te como.

El tuit venenoso y la contraofensiva talibán confirmaron que los runners forman un grupo masivo y sensible. Construyeron un movimiento urbano que todavía tratamos de entender cuando ya se nos vino encima.

Brando:¿Por qué hay un sentido de pertenencia tan fuerte?

JPV: Creo que mucha gente sola ha encontrado una comunidad. El runner deposita el «yo» en el «nosotros». Hay una masa protectora: nosotros los runners.

Brando:¿Qué internas fuiste identificando?

JPV: Hay mucha competencia no declarada. Somos todos runners, pero cuando estás solo mirás el tiempo que hizo el corredor al que le querés ganar. O te abrazás al final de la carrera y le preguntás. Te dice «5:35», respondés «¡uy, qué bueno!» y rogás que te pregunte a vos. Entonces le decís «no, yo hice 5:28». Y agradecés.

Brando:¿Quiénes aprovechan mejor el fenómeno?

JPV: Desde lo comercial, Nike, Adidas, las empresas que quieren su carrera, los clubes de corredores, los entrenadores personales. Bienvenido sea el mercado. Por supuesto que, como dicen en marketing, hay que crear la necesidad para después crear el producto. Después está el evangelizador, que dejó de fumar y cuando ve a alguien prender un cigarrillo le dice que se va a morir, que salga a correr.

Brando:¿Busca confirmar su historia de vida?

JPV: Pensá en un tipo de 30 años que nunca hizo nada y el análisis de sangre le da todo mal. El médico le dice que si sigue así se muere. Empieza a caminar. Después corre. Más rápido. Más tiempo. Más kilómetros. Baja de peso. A los cuatro meses, el análisis le da mucho mejor. Ese tipo va a querer compartir la experiencia. También está el que corre para despejarse. Si yo no hago actividad física me pongo insoportable. Tengo esa necesidad, si querés, adictiva.

Brando:¿Hay adicciones saludables?

JPV: Y, si estás fastidioso porque un día no saliste a correr, tenés un problema. Hay adicciones menos dañinas que otras. Pero si quiero estar más rápido en la cancha de tenis, si quiero tocar más la pelota en el fútbol, me tengo que mover.

Brando:¿Cuál es el runner exitoso?

JPV: Hay tipos que se entrenan, compiten y les va muy bien, pero es la cúpula de la pirámide. El éxito del runner está en el principiante, no en el alto rendimiento.

Brando: El éxito del runner es el éxito del running.

JPV:¡Claro! El runner profesional no necesita el running. Él hace su carrera todo el tiempo. Antes corría los 10K y había 3.000 personas. Hoy hay 15.000 y las corre igual. El éxito también son las carreras de chicas de 5K. ¡Está buenísimo! Más allá del hockey como deporte de nicho, no tenían algo aglutinante.

Brando:¿Y cuál es el runner patológico?

JPV: El que pasó de la nada a todo. El que te dice «si no corrés no sabés de lo que estoy hablando». Sí, sé de lo que estás hablando. A los 30 no tenías la más puta noción del deporte y ahora te creés Mo Farah. Pero Mo Farah se parece a Messi o a Federer, no a vos.

El hombre paga el café semanal de sus compañeros. Es simpático y empático. Pero este hombre lleno de autoconfianza, exitoso con las chicas y de remera beligerante -sit down and learn from the master- alguna vez fue otro.

Alguna vez la biología se ensañó con él: a los 16 tenía un físico de 11. Un desarrollo tardío que lo plantó en 1,57 y 75 kilos. En las clases de educación física del Nacional Buenos Aires, el cuerpo no podía con lo que exigía la cabeza. Como el fútbol y el tenis le costaban demasiado, un día empezó a correr solo. Cuando el running no existía, se inventó una rutina de siete vueltas alrededor de la plaza Vélez Sarsfield, cerca de su casa, en Floresta.

JPV: Ese mismo verano pegué el estirón: 1,75 y 57 kilos en tres meses. Como me cargaban bastante, el primer día de cuarto año llegué tarde a propósito, para que todo el mundo me viera con el nuevo físico.

Brando:¿Y qué pasó?

JPV: Y… respeto.

Brando: Debe ser dulce esa victoria.

JPV:JPV Sí. Y también te querés matar cuando la balanza dice otra cosa.

Se pesa cada mañana, la mira con miedo, se la lleva de viaje. Dice que no le queda otra, que tiene el gen: su abuelo llegó a los 180 kilos y murió diabético. Hace diez años, en su primero de casado, Juan Pablo estaba en 105. Ahora, con 43, bajó a 90. Pero la balanza acecha.

Si no está en la Metro, en DirecTV, escribiendo para La Nación o llevando a sus dos varones hasta la casa de la mamá en Nordelta, Juan Pablo está entrenando. Un preparador físico le diagrama al menos un aeróbico largo, pasadas de 100, 200, 400 metros y un kilómetro, el test de Fartlek (sube la velocidad cada 500 metros) y un trabajo de pesas. Con dos partidos de tenis por semana, todo transcurre en jornadas que empiezan a las cuatro y media, terminan casi a medianoche y no siempre incluyen siesta.

Brando:¿Hiciste deporte toda tu vida?

JPV: Siempre. Tuve delirios de dedicarme al tenis, pero enseguida me di cuenta de que no era lo suficientemente bueno. En 1985 jugué dos torneos metropolitanos y me cagaron a palos. Seguí jugando y en la temporada 2010-2011 terminé 22º del país en Senior +40, con partidos en el Lawn Tennis. Después me rompí el tendón cubital posterior de la muñeca derecha. Desde 2012, cuando arranqué en Metro, tengo más laburo y juego apenas dos o tres torneos por año. Pero me di el gusto de entrenar dos veces con Chela.

Brando:¿Y en fútbol?

JPV: Juego en Campo Chico de Pilar, un torneo intercountries contra el Beto Acosta, Ruggeri, Manusovich, Cuqui Silvani. Somos los únicos sin ex profesionales. Salimos dos veces subcampeones y sextos en el último torneo. Terminé el año con doce goles, dos menos que Ruggeri.

Brando:¿Te fijás objetivos a corto plazo?

JPV: Me gustaría salir campeón del intercountries de nuevo (lo logramos hace doce años en +30) y jugar más al tenis: yo sé que soy peligroso. Hace tres años estaba enchufado y le gané al cinco del ranking. En septiembre hago la media maratón de Buenos Aires: correré a 6:30 el kilómetro para terminar dignamente en dos horas veinte.

Brando:¿Cómo manejás la autoexigencia?

JPV: Puedo reventar una raqueta en un peloteo, pero también tiene que ver con cómo me preparé. Yo no compro la del «mal día». ¿Por qué tuve un mal día? Porque no comí bien, porque no descansé. Si no meto un solo revés cruzado me pongo loco. Trato de llevarme mejor con eso, pero a veces es imposible.

Una semana después, Juan Pablo se enfunda una joggineta con capucha. La relectura nocturna de Rocky no termina de cerrarle: lo suyo es entrenar en cortos. Pero la locación rompió hace rato el marco de la verosimilitud. Lejos de las rosas y los botes, estamos en un bosque de travestis y gatilleros. Entre flashes, un auto le para a milímetros. Baja la ventanilla, se asoma un barbudo: «¡Juan Pablo, sos lo más lindo que hay! ¡Te queremos de presidente!».Lo que Varsky masticó tanto tiempo callado ya no es un secreto, quiere pisar el fango político. «La exposición ya la tengo y la gestión de la comunicación es fácil», se adelanta.

Como quiere sumar fricción sin quemarse, en su cabeza hay una banca. Sergio Massa le ofreció diputación en las últimas legislativas, pero el tándem brasileño -Mundial 2014, Juegos Olímpicos 2016- era demasiado tentador, un cierre de carrera perfecto. Para la otra, ya había agregado una pista más en 106 caracteres: «Progresismo es cloacas, gas de red, caminos, transporte público, crédito hipotecario. El resto, literatura». La parábola sería perfecta: el pibe que empezó en McDonald’s y terminó en el Congreso. O en la Casa Rosada. Para cambiar la vida de los demás, pero también la propia. Para ganarle al otro que fue alguna vez.

 

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