«Lo de Ravi Shankar es un show, como ir a ver a Messi al Monumental»

Septiembre 5, 2012
Publicado en Aprendizaje, General, Tendencia

A: Tomás Abrahám

Por J.H. / G.N. (de Perfil)

¿Por qué la espiritualidad se volvió un fenómeno masivo?

—La new age no es reciente, tiene décadas. El término “espiritualidad” no me parece el adecuado. El filósofo Michel Foucault ha empleado la noción de espiritualidad cuando estudia lo que llamaba “las tecnologías del yo” en la Antigüedad. Pero la espiritualidad no remite necesariamente a una conversión religiosa sino a un trabajo ético. No se es más o menos “espiritual” por respirar, juntar las manos, orar en grupo, o tener “onda cool”. No se lo es por ser más positivo, no comer carne, ser pacifista o pregonar el amor. Si existe algo así como la llamada espiritualidad, se trata de un devenir inconcluso en el que la experiencia nos permite, a veces, comprender un poco mejor nuestra propia vida, tomar distancia respecto de nuestros arrebatos pasionales, escuchar lo que otros dicen y aceptar un poco más la soledad.

—¿Qué rasgos de un líder espiritual como Shankar atraen más?

—La India milenaria tiene tantos gurúes como los argentinos tenemos jugadores de fútbol. Hay uno por barrio. Y, claro, no son todos iguales, ni todos se proponen su viaje a Occidente. Fui discípulo del gurú Maharaji de joven cuando me dieron en el Japón un diagnóstico de una enfermedad terminal. Fue un acto de salvación. Practiqué la disciplina un tiempo. Hoy en día medito de un modo sencillo según la disciplina de Maharishi, otro gurú ya fallecido, discípulo del gurú Dev, la técnica llamada meditación trascendental que practico dos veces al día, y me gusta porque el profesor que me la enseñó es marginal respecto de toda institución, no me pide creer en nada, no me tengo que vestir de brahmán, no me obliga a tomarme de las manos en ronda con doña Rosa y Don Ramón, ni ser optimista ni aceptar la tutela de un ángel guardián. Me ayuda a soportar mi ansiedad y la fuga del tiempo. La gente que da mensajes espirituales por lo general me deprime, tiene una visión de la vida compensatoria; al no atreverse a ciertas cosas, las sobrevuelan. Son superficiales.

—¿Qué buscan los políticos y famosos, como Macri o Tinelli, en estos gurúes?

—Son gestos de marketing del que dependen algunas personas que están todo el tiempo en escena. Es parte de su imagen. Es lo antiespiritual por excelencia. Quien cree que con ejercicios de meditación puede sentirse mejor no lo divulga todo el tiempo ni se saca la foto con el hindú de moda. Es una actividad personal.

—¿Con qué otro fenómeno se puede comparar lo que genera El Arte de Vivir con Ravi Shankar?

—Con un concierto de rock, con la presentación de la mujer barbuda, con ver a Messi en el Monumental, o con un viaje a las Pirámides. Deriva de la necesidad de estar en presencia de algo sobrenatural, mágico. No deja de ser un acto turístico. Haber designado a Buenos Aires capital espiritual de América latina, realizar actos con personas que escriben libros de autoayuda, conferencistas incansables que nos traen recetas de amor y paz, organizar el megashow del alma nacional en una gran ronda de cariño inclusivo, es otro acto que decido llamar “menemoide”, un resabio de los 90, del lado frívolo de aquella época, la de la convertibilidad, que para muchos constituyó un período místico.

—¿El Arte de Vivir es un fenómeno pasajero o una creencia que logró instalarse?

—“Todo pasa”, dice la inscripción en el anillo de un dirigente reelegido durante décadas. En el mundo globalizado del capitalismo del siglo XXI y de la sociedad del espectáculo, de la vida líquida en la que todo se disuelve en el aire, nadie cree en nada. Quieren creer, que no es lo mismo. No soportan el pensamiento, ese tábano que nos despierta y nos recuerda que no podemos evitar preguntarnos por todo hasta el último día. Es la gran enseñanza de la filosofía occidental.

http://www.perfil.com/ediciones/2012/9/edicion_707/contenidos/noticia_0057.html

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